Ignoramos la época del descubrimiento de estas aguas, pero sabemos que su uso viene de muy lejos. Ya eran famosas en 1497, año en que el monasterio de Celanova, afora un monte y los baños de Cortegada. Con posterioridad, siendo propiedad de los vecinos de Cortegada, eran unas simples charcas en las que se tomaban los baños a la intemperie, conocidas como “Baño do Campo” y “Baño da Pedra”.
La proximidad de las fuentes al río hacía muy difícil el acondicionamiento de las mismas pues las riadas destruían a menudo las mejoras practicadas. Por eso, aunque las aguas fueran reconocidas como las mejores de Galicia, las instalaciones resultaron siempre muy pequeñas. En la década de los 30 se hizo con el balneario Xosé Álvarez Puga que, en el año 1937, construyó un hermoso edificio más alejado del río que los manantiales.
El edificio – balneario, totalmente rehabilitado, es una obra muy interesante y hermosa de estilo modernista, planta baja con espléndida balconada sobre la presa y una terraza-bar, en la azotea, a la que se accede desde el zaguán central por una trabajada escalera. Está dotado de 6 bañeras normales, 2 de hidromasaje y 2 duchas.
Además cuenta con una cafetería con dos magníficas terrazas desde donde se puede disfrutar de un paisaje espléndido. Completando la oferta, el balneario cuenta con una zona ajardinada donde se encuentran 6 habitaciones perfectamente equipadas con baño completo, calefacción, teléfono y televisión.
Las aguas son inodoras, transparentes y de olor y sabor azufrado no muy intenso. En la composición son de mineralización débil y sulfurado-sódica. Sus aguas, sulfurosas, tienen una temperatura de 30º C, y son recomendadas para problemas de piel y digestivos.