En Supena, cerca de Mondoñedo está la cueva del Rey Cintolo. Sus leyendas hablan de hadas, encantos, tesoros y moros que los guardan. Cintolo gobernaría en tiempos por aquellos lares, en una ciudad que se llamaba Bría. Tenía grandes riquezas y una hija muy hermosa que se llamaba Manfada querida por nobles y plebeyos por sus bondades. Muchos príncipes y grandes señores acudían a rendir visita al rey por ver si podían casarse con su hija pero Cintolo no tenía prisa por casarla, ni la princesa por casarse. Sus pretendientes eran hombres rudos que habían ganado su fama y posesiones por la guerra, sublevación o asesinato lo cual no aumentaba su valía a los ojos del rey.
Una mañana llegó a Bría un joven conde acompañado de unos pocos escuderos. Entre éstos había jóvenes y viejos para los cuales siempre tenía una palabra amable y todos ellos hablaban bien del conde. Se hizo simpático a los ojos de la princesa y de su padre. Poco tiempo después, otro cortejo con gran acompañamiento de hombres de armas llegó y acampó en la plaza como si fuera tierra conquistada. El jefe, hombre cruel y ya mayor, envió un mensaje perentorio a Cintolo exigiendo la mano de su hija para el rey Tuba de Oretón, añadiendo que asaltaría el castillo si no era atendido.
El joven conde se ofreció al rey para luchar contra este energúmeno por el amor de la princesa y confiado en que las “boas fadas” le ayudasen en su esfuerzo. Pero Tuba era un vedoreiro, un brujo; sabía que no era rival en buena lid del joven conde por lo que reunió a sus consejeros, también brujos, para lanzar un encanto para vengarse de Cintolo.
Hubo un horrísono trueno, un gran estruendo y la ciudad se derrumbó sobre las buenas gentes de Bría. Todos perecieron. El conde, que estaba velando las armas, saltó sobre su caballo y atacó al rey brujo al que atravesó con su espada. Al volver al castillo vio que en su lugar había una gran caverna. Entró en ella y sólo encontró grandes piedras y fantásticas columnas pero Brías había desaparecido.
Desde entonces, un encanto habita en la cueva: Un mortal de corazón limpio que pase por allí verá una princesa rubia al amanecer. Si logra desencantarla, quedará dueño de sus riquezas, pero si falla, el monstruo que vive en la cueva lo devorará.